Los presos del agua

De la represión política a la explotación económica

Cuatro metros cúbicos excavados, por persona y día. Mientras el cupo no estuviera completado, la jornada no terminaba. Un trabajo extenuante a cambio de 2 pesetas y 50 céntimos diarios, apenas la cuarta parte del sueldo medio en este tipo de tareas. De las 2,50, además, 1,50 no se entregaban al trabajador: pasaban -cuando no se perdían en el camino- al grueso de su cartilla de liberación. Y es que hablamos de reclusos, de presos políticos en particular, empleados como mano de obra.

El programa de Redención de Penas por el Trabajo

El jesuita José Agustín Pérez del Pulgar lo vio claro. En aras de que el ingente número de prisioneros capturados durante y después de la Guerra Civil no constituyera “un peso muerto al erario público”, estos debían sustentarse a sí mismos con su propio trabajo. El programa de Redención de Penas por el Trabajo fue creado en 1937 a partir de esta idea. Y con él, una fuente de mano de obra gratuita para el Régimen que, en el contexto de necesidad de infraestructuras que la empresa colonizadora demandaba, resultó ser crucial en algunas de sus obras más significativas.

Si no podemos entender los arrozales del Guadalquivir sin los 150 Km del Canal del Bajo Guadalquivir, este no puede comprenderse sin los cerca de 2000 prisioneros empleados en su construcción. Lo mismo ocurre con el Canal de Montijo, el primero de los dispuestos por el Plan Badajoz, o con el Canal del Bajo Alberche (Tajo) o el de la Violada (Ebro), entre otros. El programa colonizador vino de la mano de una política hidráulica que estuvo apoyada a su vez en lo que hoy es conocido como el trabajo esclavo de prisioneros políticos, comunes y, después, libertos (liberados que no podían encontrar trabajo en ningún otro lugar). Lejos de ser algo puntual, el uso de presos políticos se extendió en el tiempo durante gran parte del franquismo, como se puede ver en este timeline. Era un negocio rentable y el Régimen lo quiso aprovechar al máximo.

El uso de presos para el desarrollo de infraestructuras exigió la construcción de numerosos campos de concentración. De entre los distintos tipos de campos, los más duraderos fueron los operados por el Servicio de Colonias Penitenciarias Militarizadas (SCPM), que llegaron a estar en funcionamiento durante más de 20 años. Este servicio se dividió en 8 agrupaciones, 6 de las cuales estuvieron dedicadas casi en exclusiva a trabajos para la colonización.

Algunos de ellos, como el de Los Merinales en Dos Hermanas (Sevilla) han sido demolidos, otros sobreviven en ruinas. Todos tienen, sin embargo, algo en común: una historia de invisibilidad, y de falta a la memoria.

El pueblo de Los Merinales en Dos Hermanas (Sevilla).

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