Las resistentes del éxodo: la España que mantiene a sus mujeres

Como toda regla, la ‘huida’ de la mujer de las zonas rurales tiene también su excepción.

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Uno de los fenómenos que se observan a la hora de analizar la ‘masculinización’ es la menor intensidad de este fenómeno en zonas del sur y sureste de la Península, como Andalucía, Murcia y Comunidad Valenciana.

Según la socióloga Rosario Sampedro, especialista en el éxodo rural y el papel de la mujer, hay diversas causas para estas diferencias. “Por un lado, la estructura territorial. En el norte, los pueblos suelen ser mucho más pequeños, y el mercado de trabajo mucho más reducido. Por otro lado, también influye la estructura social. El mundo rural del norte de España se caracteriza por ser una ruralidad de pequeños propietarios, con posibilidad y motivación para dar estudios a sus hijos e hijas. La educación ha sido un elemento que favorece la emigración. En las comunidades del sur, por el contrario, se impone la lógica de la supervivencia pura y dura, asociada a la condición jornalera. El trabajo en el campo, desde muy pequeños, de hijos e hijas, es una condición de supervivencia de las familias.”

La también socióloga especializada en éxodo rural Fátima Cruz afirma que “tiene que ver con el sistema de las explotaciones agrícolas. En Levante y Andalucía, el tipo de agricultura y producción necesita más mano de obra, y han conseguido mantener a más mujeres que en el norte.

Los tipos de explotaciones de Castilla y León y del norte en general son más mecanizadas, necesitan menos mano de obra y son pequeños propietarios, por lo que se han quedado menos personas, siendo estas principalmente hombres.”

Porcentaje de mujeres en los pueblos de menos de 2000 habitantes

Además, influye la existencia de actividades alternativas a la agricultura, de carácter industrial, que emplean a cuantiosa mano de obra femenina. Es el caso de una de las industrias más importantes del litoral levantino español: la producción de calzado en Elda, Alicante. Este municipio es un paradigma de la permanencia de la población femenina, hasta el punto de que ésta es más numerosa que la masculina (27.009 mujeres y 25.736 hombres). La fortaleza de la industria del calzado llevó a Elda de una pequeña zona dedicada a la agricultura a convertirse en un núcleo urbano generador de empleo.

Mujeres trabajan en Manufacturas Flyer

Por tanto, las razones por las que las mujeres de Elda no se vieron obligadas a abandonar su municipio, o no se sintieron atraídas por los estudios, oportunidades profesionales y modo de vida en la ciudad, lo encontramos en la intensidad de la actividad productora de calzado en la zona.

Hemos visitado tres empresas de calzado eldenses para hablar con las trabajadoras, que en algunos casos superan el 50% de las plantillas.

María Consuelo trabaja en Manufacturas Flyer, con tal agilidad y soltura que mirarnos a los ojos mientras manipula un zapato tras otro no le supone problema alguno. “Llevo trabajando aquí desde los 14 años, y nunca me he planteado dejarlo o irme a otro lugar. Para las mujeres de mi generación era fácil y cómodo encontrar trabajo en la industria del calzado. Todas íbamos a lo mismo. Te enseñaban todos los pasos, y con el tiempo nos hemos convertido en expertas.”

María Consuelo, trabajadora en Manufacturas Flyer

El diseño y montaje del calzado ha sido prácticamente una tradición familiar en el municipio alicantino. Los jefes de fábrica en Datsima nos cuentan que el tratado de la piel, el diseño de las hormas… se aprendía en casa desde la infancia.

Pero esta tradición se ha ido perdiendo, y se refleja en la edad media de las trabajadoras. En las fábricas visitadas, las más jóvenes llegan a los 40 años. “Ahora es distinto”, nos comentan en Datsima, “las generaciones jóvenes no aprenden la cultura y el oficio artesanal de los zapateros. Prefieren ver mundo, tener otras experiencias, irse fuera a estudiar… además, ahora tampoco hay tantas oportunidades aquí como antes.”

Oficina comercial de la marca Brenda Zaro

Irene y Ana trabajan en el departamento comercial de Brenda Zaro. Son de las mujeres más jóvenes que hemos visto en las empresas que hemos visitado, pero no se plantean otra vida ni otro trabajo.

“Nosotras llevamos aquí 20 y 7 años respectivamente, y no pensamos en trabajar en otro lado o mudarnos”, dice Irene. “Yo sí que viví fuera”, nos comenta Ana, “pero tenía claro que volvería aquí, y aquí estoy.”

El empleo femenino en la industria del calzado se concentra en el proceso de fabricación. “En puestos de oficina como los nuestros suele haber más hombres”, nos comentan Ana e Irene, “pero en las fábricas siempre hay más mujeres. ¡Están llenas!”. “Para las mujeres de nuestra generación, de 35 o 40 años para arriba, siempre había puestos de trabajo en la industria”, apunta Ana, “pero las más jóvenes ya no quieren trabajar en esto. No se les hace contrato, las condiciones no son tan buenas… así que se van a estudiar y trabajar fuera de Elda”.

Empaquetado de zapatos en Datsima

No obstante, desde FADEMUR Valencia nos alertan de lo engañosos que pueden resultar los datos en frío. Como afirma Aitana, “puede parecer que hay muchas mujeres empleadas en la agricultura en la zona sur y sur-este de España pero, al menos lo que está pasando en la Comunidad Valenciana, es que muchos hombres han cambiado la titularidad de las tierras y las han puesto a nombre de las mujeres para beneficiarse de las ayudas de la Unión Europea.”

De esta forma, son ellas las que cotizan por los rendimientos de la tierra, pero “realmente no están desarrollando ningún trabajo agrario, sino que se siguen dedicando al cuidado de personas dependientes o a las tareas del hogar.”

Esta realidad la comprobamos en Benasau, Alicante, uno de los municipios pequeños de España (menos de 200 habitantes) con una menor tasa de masculinización. Aquí, de hecho, hay concretamente diez mujeres más que hombres (84 mujeres, frente a 74 hombres).

Callejón en Benasau

Mª Pilar Grau Oltra, alcaldesa de Benasau, nos comenta que las mujeres del pueblo han ayudado “con el cultivo de la almendra y la oliva, colaboramos con la recolecta cuando llega la temporada, pero las mujeres que ahora son mayores no se han dedicado 100% a esto a lo largo de su vida, sino que se han ocupado de su casa y de los cuidados de personas dependientes. La agricultura que tenemos por aquí no ha dado de vivir, son cultivos familiares. Además, es cierto que requieren de mucho trabajo con las manos, no hay ninguna mecanización”.

Una de las mujeres mayores del pueblo, nos cuenta que las que están allí son “todas viejas, hay dos o tres jóvenes pero nada más”. “Aquí nos hemos dedicado a llevar la casa y a ayudar de vez en cuando con el olivo y el almendro.”

Habitante de Benasau

Las mujeres jóvenes tampoco se suelen dedicar a la agricultura. “Es verdad que somos muchas mujeres, pero la gran mayoría de las mujeres que viven en Benasau son mayores”, comenta Mª Pilar. “Las pocas jóvenes que vivimos aquí todas trabajamos fuera, por ejemplo en Alcoy, pasamos el día fuera y volvemos al pueblo después de la jornada laboral. Hemos permanecido aquí por calidad de vida.”

La economía sumergida en el empleo femenino es otro de los factores a considerar en la realidad femenina de las zonas rurales y los municipios pequeños del sureste español.

“Existe mucho trabajo en B que hacen sin ningún tipo de formación, como por ejemplo la asistencia a personas dependientes”, comenta Aitana, de FADEMUR

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Lo mismo ocurre en otras zonas del sureste con mayoría de población femenina. Es el caso de Alhama de Murcia, donde, como informan desde el Ayuntamiento, “hay muchas mujeres empleadas en la industria cítrica, pero también en trabajos sin cotizar como el cuidado de personas mayores o la limpieza del hogar.”

Trabajadora en Toñifruit - Autora: Toñifruit

Por su parte, la socióloga Montserrat Soronellas, doctora por la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona, añade que la localización de los pequeños municipios también puede ser determinante. “Yo diría que es especialmente la zona de la costa este la que pierde menos población femenina”, afirma Montserrat. “En la costa las mujeres encuentran más oportunidades que en las zonas de interior.

Nos hemos encontrado, incluso, con algún pueblo pequeño de la Comunidad Valenciana donde las mujeres tienen doble residencia: viven la mayor parte del tiempo en pueblos grandes, cercanos a la costa, pero mantienen el empadronamiento y una segunda residencia en el pueblo del interior.” Sin embargo, “en la zona centro y oeste del país existe una ruralidad más extrema, donde las oportunidades para las mujeres son muy limitadas.”