Es un hecho: la despoblación rural siempre ha afectado más a las mujeres que los hombres. Los movimientos migratorios más intensos del pueblo a la ciudad ocurrieron en las años 60 y 70, y ya por aquellos entonces, las mujeres eran más propensas a emigrar a la ciudad.
Esta tendencia se debe a que las mujeres “siempre han encontrado más dificultades para abrirse camino en el mercado laboral rural”, aseguran Margarita Rico y Jesús María Gomez en un estudio de la Universidad de Valladolid.
La ausencia de oportunidades “dibuja un paisaje en el que las mujeres abandonan su medio en busca de mejores opciones para ellas y sus hijos e hijas”.
En consecuencia, el envejecimiento de la población rural aumenta con los años, según el estudio Plan para la Promoción de las Mujeres del Medio Rural.
Los datos del padrón de 2016 arrojan una conclusión clara: a medida que disminuye la población del pueblo, la disparidad entre hombres y mujeres de 20 a 64 años aumenta a favor de los hombres. Esta diferencia ya existía en las zonas rurales en el año 1996, aunque ahora se ha acentuado.