Laboratorios rurales. Laboratorios de regeneración

Cinthia Mendonça

Después de unas cinco décadas de actividad agroindustrial en Brasil, me parece interesante reflexionar sobre lo que se piensa sobre el universo rural y lo que se piensa desde él. El colapso que el avance industrial brasileño, específicamente, provocó en la vida de muchos campesinos es evidentes, lo sabemos, e irónicamente, este mismo colapso también parece haber llevado al nacimiento de otra plasticidad y nuevas espacialidades que podemos considerar resilientes. ¿Es posible que esta nueva forma de vida -que coloca en un mismo espacio la resistencia campesina y los que migran con el éxodo urbano- pueda “cepillar a contrapelo” la historia del campo? Esta es una pregunta compleja de responder, sin embargo, me atrevo a hacer algunas observaciones en base a prácticas que vengo siguiendo durante los últimos 10 años, viviendo, trabajando y conociendo espacios rurales que constituyen una demanda actual de supervivencia fuera de los grandes núcleos urbanos que proponen, de alguna manera, formas de subsistencia que operan desde una sofisticada dinámica de involución, ya sea cultural o económica, que puede crear pequeñas e insistentes fisuras en los valores de la sociedad actual.

Desde el violento marco civilizatorio colonial que formó los países latinoamericanos y deformó las diferentes formas de vida, hemos transitado por terrenos lisos y fluidos para unos y accidentados, difíciles de atravesar para otros. Terrenos colonizados forjan cuerpos colonizados, es decir, en las periferias y áreas rurales de Brasil, por ejemplo,produce la relación de servidumbre entre campo-ciudad o periferia-ciudad. Y, en un contexto más amplio, podemos ver que el proyecto urbano homogéneo, en contraste con el modelo de espacios que busco reflexionar en este texto, contribuye a la construcción de una ilusión de suelos supuestamente lisos y fluidos que demandan sujetos inmersos en una especie de compulsión por el consumo, alejándolos de los procesos productivos que están detrás de los productos comprados. Esto es lo que pasa con lo que comes, por ejemplo. Al vivir en grandes núcleos urbanos, los procesos de producción de alimentos están muy lejos de los ojos y sentidos de quienes los consumen. Diferente del terreno liso de las ciudades, el suelo rural o periférico es un suelo de fisuras, laborioso de moverse, donde las grietas en la tierra son necesarias para albergar las semillas, donde los accidentes geográficos conducen y actúan como elementos clave como el viento y agua.

Me interesan los espacios rurales que presentan algunos aspectos que se establecen precisamente contra la lógica del consumo y la propiedad convencionales, cuando de alguna manera tensan los límites de los dominios territoriales y naturalmente demandan una aproximación con el conocimiento que se ha dejado de lado por la practicidad, vida dedicada al consumo.

Laboratorios de regeneración

En la latitud rural establecida en el contexto actual, hay lugares donde no hay culpa ni miedo a la catástrofe. Hay consecuencias, un sentido de responsabilidad y acciones, al mismo tiempo, en una escala global y comunitaria. Esta posible respuesta, a la que llamo plasticidad, funciona a partir de una especie de simbiosis que se desarrolla y da lugar a los procesos que la preceden. La simbiosis trae consigo la conciencia de que el planeta es mucho más que un proveedor de recursos, por tanto, esta latitud rural está constituida por la simultaneidad, por la convivencia de todo lo que existe. Es lo que te permite sentir las irregularidades del suelo y, finalmente, “poner el pie en el barro”.

Creo en la importancia de difundir la ética del modelo sofisticado de sistemas agroforestales y prácticas de laboratorio impulsadas por el trabajo colaborativo y el uso de metodologías de enseñanza radicalmente transdisciplinarias. Estas acciones terminan por reunir a científicos, artistas y población rural o periférica, estudiantes o profesionales de diferentes áreas comprometidos con una determinada producción estética o en producir tecnologías para resolver problemas comunes a un determinado grupo de personas.

Así, están surgiendo dispositivos que promueven el movimiento de personas entre la ciudad y el campo, creando laboratorios autónomos para el desarrollo de tecnologías ancestrales y open source, arte, encuentros feministas y las más diversas prácticas agroecológicas. Estos proyectos nacen de la tensión entre lo arcaico y la alta tecnología, encuentran un lugar en el conocimiento ancestral y científico y perseveran ante la necesidad de regenerar la vida rural y radicalizar los procesos de aprendizaje.

Y dadas las circunstancias que La crisis climática nos trae, tal vez sea posible ver en ese mundo rural, una tecnosfera muy particular dotada de magia que incluye la agencia de los diversos elementos que componen un enorme sistema sintrópico regenerativo, una verdadera máquina para hacer vida cuando gran parte de la intervención humana en el medio ambiente parece conducir a la muerte.

Serra da Mantiqueira, RJ, Brasil

Septiembre de 2021