Cacería, ciencia y tecnología la fauna monitoreada desde las comunidades rurales

Paola Rodríquez Castellanos

Las comunidades humanas que se establecían en áreas rurales temporalmente como nómadas o las que se han establecido de forma permanente, como la mayoría de comunidades rurales actuales, han debido conocer en detalle sus territorios así como la fauna que coexiste con ellos. La que, paradójicamente, representa una competencia por un recurso común y/o también un peligro para su vida y otras especies que introduciéndolas en sus dietas les ha dado energía y vitalidad, las primeras llamadas depredadores y las segundas presas.

Como una continua interacción entre depredadores y presas donde el humano es en estos tiempos el máximo depredador, la cacería ha sido la actividad pionera, con una larga historia y transformación de técnicas en el tiempo y el espacio. Para cazar, las comunidades nativas humanas han sabido, por ejemplo, qué especies son las más abundantes, en qué estaciones aparecen con más frecuencia y a qué tipo de especie pertenecen también los sitios específicos donde las pueden encontrar, generando de esta manera varios conocimientos utilizados hasta hoy en día por diferentes investigadorxs de disciplinas como la ecología o la biología, entre otras.

Lxs anteriores han buscado epistemológicamente responder a cuestiones como ¿cuántos individuos de una misma especie hay en un área determinada?, ¿cuántas especies diferentes hay en un espacio? ó ¿cómo interacciona una especie con el hábitat donde se encuentra?

Hoy en día esa alquimia entre el conocimiento tradicional de la cacería proveniente de las comunidades rurales y el que se ha ido construyendo dentro de la academia ha sido sumamente importante para conocer mejor la biodiversidad, sin embargo este trabajo en conjunto también ha desconocido o restado importancia a la participación de los actores locales con quienes se ha construido.


¿Qué hubiera sido de todos aquellos naturalistas en el pasado, -como el gran y reconocido científico Alemán Humboldt- si no hubieran encontrado a esos sabedorxs locales como cazadorxs y agricultorxs, esenciales para que el, con sus novedosos aparatos de medición pudiera aventurarse en lugares de difícil acceso como el Chimborazo?.

En el presente todxs aquellxs investigadorxs que nos aventuramos en diversas áreas exuberantes de naturaleza alrededor del mundo para estudiar alguna especie nos ayudamos de artefactos tecnológicos por mencionar algunos como diferentes tipos de trampas, algunas evolucionadas de la cacería, con sensores digitales para atrapar físicamente un animal u otras solo para tomarles fotografías sin atraparlos como son las conocidas cámaras trampa, o el uso de visores nocturnos que en plena oscuridad nos ayuda a visibilizar animales que están en nuestro entorno.

Pero, a pesar del uso de cualquier dispositivo tecnológico que podamos emplear, lo primordial para estos estudios es el valioso conocimiento que las comunidades locales tienen de sus entornos. Desde la señora que está cocinando con leña que mientras lo hace, te comparte historias de su territorio, información que en un primer momento no parece relevante pero que cuando lxs investigadorxs nos aventuramos por estas tierras se hace valioso, el cazador de la comunidad que te advierte y te va aconsejando que hacer si encuentras una manada de jabalíes salvajes, la sabedora de la comunidad que te da algún preparado de hierbas para curar una picadura mientras llegas a un centro de salud.

En esta instancia y por medio de una actividad como la cacería las comunidades humanas locales y autóctonas tiempo atrás han gestionado el monitoreo de fauna de sus territorios, en la actualidad y con la ayuda de la ciencia y tecnología, y por medio de los monitoreos participativos se hace una ciencia más integral y se fortalece la gobernanza local de las comunidades. Tenemos entonces ejemplos de este tipo como el caso de Koguis en la Sierra Nevada de Santa Marta en Colombia participando activamente en el monitoreo por radio telemetría de Danta, o un niño Massai en África con un invento de luces parpadeantes para disuadir a los leones a comer el ganado de su padre, o de campesinos en Costa Rica y el uso de cámaras trampa para monitorear felinos.


Por tanto, es de gran importancia integrar el trabajo académico con los saberes locales, darle el respectivo reconocimiento y buscar una simbiosis entre estos dos mundos de una forma equitativa y justa.

Madrid, España.

Septiembre de 2021